Alex de Waal
La hambruna ha sido considerada frecuentemente como un acto de la naturaleza, y no importa cuantas veces se haya dicho lo contrario por parte de los académicos que la estudian, esta idea parece seguir muy afianzada en la opinión de políticos, periodistas y público en general. Estas gentes prefieren creer que las hambrunas acostumbran a ser la consecuencia lógica de un desastre natural, como una sequía o una inundación.
En los años setenta, en la época de las hombrunas en el Sahel de África occidental, en Etiopía y en Bangladesh, los marxistas comenzaron a proponer una concepción alternativa. Con respecto a África, su slogan popular era 'la sequía no es hambruna'. Identificaron las hambrunas como el resultado de procesos socioeconómicos de largo plazo, que incapacitaban a poblaciones rurales empobrecidas y vulnerables para hacer frente a alteraciones climáticas bruscas que, de otra manera, no hubieran causado excesivas penurias. Culparon, en concreto, a la expansión capitalista que se produjo bajo la égida del estado colonial, por suplantar las estructuras sociales y económicas autóctonas. Silent Violence (Violencia Silenciosa) es el título del estudio más conocido en este campo (1). Este enfoque recibió posteriormente una buena cantidad de críticas, basadas en el hecho de que existen muchas hambrunas que no se adaptan a este modelo, y que el historial del capitalismo periférico en África no sólo arroja pérdidas. Pero sigue siendo innegable que los procesos socioeconómicos son un elemento central para entender las hambrunas, y que, en un caso extremo, pueden causar hambrunas. La muerte por inanición, si ésta ocurre, es el resultado de largos procesos de marginación y de empobrecimiento.
Sin embargo, la actuación de tales sistemas socioeconómicos, aunque brutales, no están obviamente bajo el mandato de las organizaciones de derechos humanos, y los marxistas no tienen la tendencia de volverse hacia las organizaciones de derechos humanos en busca de apoyo a través del análisis o la acción.
El punto de entrada de las preocupaciones sobre derechos humanos en el tema de las hambrunas ha estado enteramente ubicado en otro lugar. Se ha centrado en un paradigma totalmente distinto de las hambrunas causadas por el hombre: la negación deliberada de socorros alimentarios a los civiles en zonas de guerra, habitualmente con el objeto de rendirlos por el hambre hasta lograr su sumisión. Esto ocurre y es un algo importante, y ciertamente debería preocupar a las organizaciones de derechos humanos.
Una aproximación mucho más beneficiosa a esta cuestión se encuentra en algún punto entre esas dos perspectivas. En vez de tratar de unir las dos, es mejor partir de cero en nuestra interpretación de lo que son las hambrunas (en África), y de la importancia que en ella tiene la preocupación por los derechos humanos.
Comprender las hambrunas de África
En África las hambrunas no son lo que suelen pensar las personas de habla inglesa. No es este el lugar para hacer una larga disgresión académica sobre las diferentes definiciones de la hambruna, pero es preciso señalar algunas cuestiones.
Una cuestión es que mientras que la definición inglesa de 'hambruna' implica inanición masiva, la mayoría de las hambrunas que diagnosticamos y a las que prestamos asistencia en África no son episodios de inanición masiva. Las tasas de mortalidad permanecen relativamente bajas quizás el 4% o 5% anual, y la mayor parte de los fallecimientos son causados por enfermedades infecciosas. La inanición absoluta es extremadamente rara. Ciertamente, se trata de desastres, pero no son los acontecimientos apocalípticos que se predicen habitualmente en la prensa. Las definiciones africanas de la hambruna, en contraste, se centran en el sufrimiento en general , y diferencian entre hambrunas con diferentes grados de severidad.
Los diferentes niveles de hambruna pueden representarse a través de la metáfora de un termómetro. La hambruna se hace más intensa según baja el termómetro. En la 'escasez' sentimos mucho frío. Las 'hambrunas que matan' comienzan con el punto de congelación. Y las 'hambrunas que matan por inanición' están bastante por debajo de cero.
La segunda cuestión a señalar es que la diferencia entre una hambruna leve y una severa puede ser muy grande. La tabla 1 amplía la metáfora del termómetro, asumiendo que la 'temperatura' es directamente proporcional a la tasa de mortalidad, y refleja donde se ubican algunas hambrunas muy conocidas, aunque las cifras precisas no deben tomarse con mucha seriedad.
Tabla 1
Sahel de África Occidental 1970-73 un grado bajo cero
Etiopía 1987, Etiopía 1990-91 menos 1-2
Sudán Occidental 1984-85 menos 3
Norte de Etiopía 1973 menos 4
Colinas del Mar Rojo, Sudán 1985 menos 5
Norte de Etiopía, general 1984 menos 6
Karamoja, Uganda 1980 menos 9
Norte de Etiopía (zonas peores) 1984 menos 10
Campos de reasentamiento, Etiopía menos 15
Sudaneses del sur desplazados 1988 descendiendo hasta menos 240
Las tasas de mortalidad en los campos de refugiados son siempre elevadas en comparación con las que existen entre la población en general normalmente son cinco veces superiores, por lo que las cifras de los campos de refugiados no han sido incluidas, excepto en los casos en los que la población al completo ha sido forzada a vivir en campos o en condiciones similares a las de los campos esto es válido en parte para los dos últimos casos. A modo de comparación, los peores campos de refugiados y refugios frente a la hambruna en Etiopía en 1984 puntuaron en torno a menos 60.
Con la excepción parcial de la hambruna del Sahel, todas estas son hambrunas que matan. La inanición per se comienza en una cifra en torno a menos 10, tras la cual las hambrunas van empeorando mucho más rápidamente. Ello subraya la necesidad de ser muy cuidadoso en el uso del término (hambruna), y ser especialmente discreto respecto al uso del término 'inanición'.
Lo que es sorprendente en estos casos es que los seis primeros se produjeron en tiempo de paz excepto en Etiopía, del que se tratará más adelante, mientras que los cuatro últimos estuvieron, de una forma u otra, acompañados por violencia, movimientos forzados de población, y estrategias de contrainsurgencia que incluyen graves violaciones de los derechos humanos (2).
Estrategias para enfrentarse a la hambruna: Sudan, 1984-85 (3)
Es interesante comparar la población del Sudán occidental en 1984-85 y los desplazados sudaneses al Sudán occidental en 1988. Las tasas de mortalidad en estos últimos fueron, durante unos meses, sesenta veces tan malas como en los primeros (en torno a diez veces tan malas como en la población del peor de los campos de los primeros). Las dos poblaciones golpeadas por la hambruna, empero, vivían en la misma zona, y en esa zona había mucha más comida disponible en 1988 que la que había en 1984.
La diferencia esencial entre ambas era que en 1984-85 la población golpeada por la sequía de Sudán occidental fue capaz de mantener sus estrategias de supervivencia. Este fue, de lejos, el factor más importante para la supervivencia de la gran mayoría de la población durante esa hambruna. Si tomamos la población de la región de Darfur durante los dos años de la hambruna, los alimentos producidos por los propios agricultores representaron no más del 35% del sus necesidades de consumo de alimentos. La ayuda alimentaria satisfizo sólo el 10%. El saldo restante fue cubierto en parte pasando hambre, y sobre todo con originalidad e inventiva. Las 'estrategias para arreglárselas' que se pusieron en práctica, en un orden de importancia aproximado, fueron las siguientes:
" comer alimentos silvestres;
" emigrar para trabajar por cuenta ajena en las fincas agrícolas;
" el pequeño comercio y el trabajo ocasional en las ciudades;
" la venta de animales;
" pedir prestado;
" recurrir a la caridad de familiares y vecinos más ricos;
" y otras muchas actividades.
Estas estrategias de supervivencia fueron, acumulativamente y como agregado, al menos cinco veces más importantes que la ayuda alimentaria para ayudar a la gente a sobrevivir a la hambruna (También podríamos señalar que la ayuda alimentaria llegó tarde y la mayor parte fue a parar a la gente equivocada, de forma que para los realmente pobres sólo proporcionó de hecho, y como mucho, el último 10%).
Además, los agricultores pudieron conservar sus tierras, y utilizarlas. La hambruna finalizó en 1985 con una buena cosecha. Pero esa cosecha no surgió de la nada: los cultivos fueron sembrados y cuidados por las propias 'víctimas' de la hambruna, justo durante los últimos y peores meses de hambre. De igual forma, muchos pastores pusieron fin a la hambruna con algunos animales a los que habían alimentado y dado agua durante los largos meses de sequía y hambre; animales que habrían podido consumir ellos mismos o vender en cualquier momento para comprar alimentos. No sólo sobrevivió casi todo el mundo, sino que sobrevivieron con la base económica de su subsistencia intacta, de tal forma que pudieron volver a la autosuficiencia cuando la hambruna acabó.
Hambruna y contrainsurgencia: Sudán 1988 (4)
La diferencia entre esta imagen de tenacidad y supervivencia y el cataclismo de 1988 entre los desplazados del sur se debe a los métodos contrainsurgentes del Gobierno de Sudán. En 1984 no había guerra en el Sudán occidental. La naturaleza antidemocrática del gobierno caracterizado por la falta de responsabilidad de los políticos y por la ausencia de una prensa libre llevó a que el Gobierno pudiera ignorar el desarrollo de la hambruna y no hacer nada para iniciar los programas de socorros. Pero ello no destruyó los medios de vida de la población rural ni impidió que ésta siguiera sus estrategias de supervivencia. En el sur, en 1988, precisamente estas fueron las cosas que hizo.
La actuación gubernamental, por medio del Ejército y las milicias, tuvo dos efectos principales. En primer lugar, destruyó la base productiva de la sociedad Dinka. La tierra fue inutilizada a través de las amenazas de saqueo o del envenenamiento de los pozos, y en algunas zonas a través de la siembra indiscriminada de minas terrestres. Mataron a los animales o los robaron. La gente fue forzada a dejar sus tierras y pastos y se la empujó hacia el norte o a buscar refugio en localidades cercanas. El comercio fue destruido o desarticulado.
En segundo lugar, la actuación del Ejército y de las milicias impidió que la población pudiera mantener sus estrategias de supervivencia. La más importante de esas actuaciones fue, por lejos, el impedir la libre movilidad de las personas. Ello descartó la posibilidad de la migración laboral, de recolectar alimentos silvestres en el bosque, de viajar para pedir ayuda a los familiares, o de vender bienes en el mercado. Muchas de las estrategias de supervivencia que habían sido importantes en 1984-85 dependían de la movilidad, y una prohibición del mismo equivalía a una sentencia de muerte. La única oportunidad para la población era emigrar totalmente fuera de la zona de contrainsurgencia; esto es, una caminata de 1.000 millas a Jartum o a Etiopía. Otras actuaciones que desarticularon o impidieron las estrategias de supervivencia incluyeron impedir que la gente trabajara a cambio de dinero, impedir la recolección de alimentos silvestres, impedir el libre comercio suspendiendo los mercados o fijando los precios y, por último, impidiendo el acceso a la ayuda alimentaria y la asistencia médica.
Vemos así que la obstrucción de la ayuda alimentaria, aunque fue importante, fue sólo una parte de un escenario más amplio de abusos. Si la obstrucción de la ayuda alimentaria el último 10% es motivo de preocupación para las organizaciones de derechos humanos, también deben serlo los impedimientos a las estrategias que hubieran podido proporcionar el primer 90%.
Etiopía
Etiopía es muy conocida por sus hambrunas, y el Gobierno etíope es muy conocido por sus violaciones de los derechos humanos [Nota del editor: este artículo fue escrito antes de la caída del régimen de Mengistu]. Los dos hechos están íntimamente unidos, aunque Etiopía muestra una pauta de abusos causantes de hambrunas diferente a la que se observa en Sudán.
Algunas de las prácticas que en Etiopía han convertido las penurias en hambruna, y la hambruna en muertes masivas por inanición, incluyen las siguientes:
" Las expulsiones y desplazamientos masivos causados por campañas militares, de reasentamiento y de concentración de la población en pueblos.
" Las requisas de producción por parte del Ejército.
" La destrucción de aperos agrícolas, cosechas y animales por parte del Ejército.
" El sistema de fijación de precios y de cuotas de adquisición a los campesinos por parte de la Corporación de Comercialización Agraria.
" El miedo a desplazarse a las ciudades de los campesinos, temerosos del reclutamiento forzoso y del desplazamiento forzado.
" La fuerte presión fiscal.
" Las prohibiciones al libre comercio, y el bombardeo de los mercados en las zonas rebeldes para impedir el comercio.
" La desviación, obstrucción y destrucción de la ayuda alimentaria.
Algunas de estas actuaciones gubernamentales se asocian con métodos contrainsurgentes, y otras se vinculan con la planificación centralizada de un Estado totalitario, en la que no existen controles. En general, las hambrunas del norte del país se asocian principalmente con la contrainsurgencia, y en el sur con una mala planificación aplicada de forma despiadada. El Tigray, quizás la región más duramente golpeada en 1984, sufrió la campaña de contrainsurgencia más brutal, en particular la séptima y octava ofensivas del Ejército etíope, y prohibiciones sobre el comercio y la movilidad que se cumplieron de forma implacable. Wollo, golpeada con casi la misma intensidad, sufrió tanto medidas de contrainsurgencia como desastrosas políticas agrícolas.
Estos factores tuvieron una gran importancia en la gestación de la hambruna en 1984. Fueron mucho menos importante en la provincia etíope del Tigray en 1987 y en especial en 1989-90, a pesar de la mayor atención que le otorgaron a la guerra los medios de comunicación internacionales. Ello se debió a que en 1987 los frentes rebeldes controlaban una superficie mucho mayor del país, y por ello las políticas gubernamentales y las estrategias militares tuvieron un impacto mucho menor. Hacia 1989 el Gobierno había sido expulsado de la totalidad del Tigray. Al contrario que en 1984, por consiguiente, hubo pocos combates y no se ejerció control gubernamental. El efecto de la guerra fue aislar al Tigray de la mayor parte de la ayuda externa. Ello se presentó como un desastre para la población. Sin embargo, no hay duda de que la gente del Tigray hubiera preferido no tener ayuda, pero tampoco ataques y controles del Gobierno, que tener ayuda y una presencia gubernamental.
Libertades políticas y hambruna (5)
Cuando aparece la hambruna en una sociedad sin una prensa libre y sin instituciones políticas democráticas, hay pocas presiones sobre el gobierno para que haga algo para solucionarla. En promedio, los africanos comen más que los indios. Pero la India no ha padecido hambrunas desde hace más de cuarenta años, y esto puede ser atribuido en gran medida a la prensa libre y a la política de confrontación de ese país. (El otro factor del éxito de la India es la voluntad gubernamental de intervenir en la economía para ayudar a los pobres en momentos en los que amenaza la hambruna).
La gran hambruna de 1958-61 en la China socialista ha sido un acontecimiento atribuido en parte a la falta de información sobre la crisis, que se derivó del 'Gran Salto Adelante' de Mao, y a la estricta censura que conllevaba. Los políticos que eran conscientes de la crisis no podían hacerla publica ni organizarse para representar los intereses de la población vulnerable debido a un sistema político autoritario. De la misma manera, la hambruna de 1984-85 en el capitalista Sudán puede en parte se atribuida a los estrictos controles impuestos a la prensa y a las actuaciones gubernamentales contra los grupos que trataron de organizarse en nombre de la población que sufría su azote. El Gobierno de Sudán no quiso desalentar la inversión privada admitiendo la vergüenza de una hambruna.
Estos ejemplos muestran que los derechos políticos a la información, a la libertad de asociación, a la representación son importantes para luchar contra la hambruna, independientemente del sistema económico existente. Son importantes en dos sentidos. Uno, el libre flujo de la información supone que los grupos más poderosos conocen las dificultades que sufren los pobres. Dos, los derechos de asociación y representación suponen que los pobres son capaces, a través de una política de oposición civil, de presionar para que se satisfagan sus necesidades materiales. Estos derechos son una preocupación directa de las organizaciones de derechos humanos, tanto por su valor en sí mismos, como porque su violación hace a un país vulnerable a la hambruna.
Libertades económicas y hambruna (6)
Algunas de las medidas que en Etiopía fueron causantes de la hambruna, como la política de adquisiciones y de precios de la Corporación de Comercialización Agraria, o el sistema de licencias para los pequeños comerciantes, no se encuentran dentro de la competencia de una organización de derechos humanos por razones obvias. Son violaciones de las libertades económicas, que normalmente no se contemplan como derechos humanos básicos. En un periodo de normalidad serían preocupación tan sólo de los responsables de la política económica y de los ideólogos del libre mercado. Sin embargo, cuando la población rural ya dejó de vivir en una periodo de normalidad, y se ve empujada a los límites de la supervivencia, estas cuestiones pueden significar la diferencia entre la vida y la muerte.
¿Cómo podemos aplicar un análisis de derechos humanos sobre estas actuaciones gubernamentales? Un enfoque es tomarse seriamente las libertades económicas. Las explicaciones sobre Sudán en 1988 y sobre Etiopía implican que una política de laissez faire que respete las libertades económicas puede ayudar a prevenir la hambruna. En estos casos, ciertamente podría. Pero esto no se sostiene en otros casos. En conjunto, los países socialistas son mejores que los capitalistas para superar la hambruna. El capitalismo permite a los ricos el ejercicio, durante la hambruna, de libertades económicas como la especulación en los mercados de grano o la adquisición a muy bajo coste de tierras y activos, que contribuyen a empeorar las cosas para los pobres. En el capitalista Sudán, los mercaderes continuaron exportando grano durante las hambrunas de 1984 y 1988.
Cuando las hambrunas golpean a los países socialistas, éstas tienden a ser particularmente malas. En una economía de planificación central, la gente se ve forzada a depender del Estado, y cuando éste falla, tienen pocas alternativas para apoyarse por sí mismos. Los países capitalistas pueden ser más propensos a las hambrunas, pero es menos probable que éstas degeneren en hambrunas graves, porque el sistema permite que haya más estrategias de supervivencia a nivel local.
No podemos presentar un argumento sólido para una crítica del socialismo desde los derechos humanos, a partir de la base de que cuando éste falla, conduce a un tipo de hambruna particularmente grave.
También debemos hacer notar que la negación de las libertades económicas en Sudán en 1988 se produjo como resultado de las estrategias de contrainsurgencia de un Gobierno capitalista. La planificación central socialista no tuvo que ver con ello. Más aún, aunque las desastrosas políticas gubernamentales criticadas tanto por capitalistas como por socialistas fueron causa de un gran empobrecimiento y miseria, e incluso de hambruna, las graves hambrunas estuvieron vinculadas con la violencia sistemática. Parte de esa violencia se perpetró durante las campañas de contrainsurgencia, y parte durante la brutal puesta en práctica de programas de ingeniería social.
Las libertades económicas, por consiguiente, no se vinculan con la hambruna de una forma simple. En ciertos casos, la negación de las libertades económicas puede ser un factor crítico para convertir una hambruna leve en una grave, pero en muchos casos las economías de planificación central proporcionan más alimentos a los pobres que las de libre mercado. La cuestión que debe preocupar a una organización de derechos humanos no debiera ser tanto el hecho de que una libertad económica sea abrogada, sino que el resultado de la acción sea la creación de miseria aguda, de hambruna grave o de muerte por inanición. La ética es esencialmente utilitaria (como en el utilitarismo, un enfoque centrado en los derechos materiales es más poderosa cuando se analiza la privación y la miseria que cuando se analiza la plenitud y la felicidad). Debemos hacer notar, además, que esto suele ocurrir cuando un gobierno utiliza la violencia o la coerción.
Hambrunas por contrainsurgencia
Las peores hambrunas son las causadas por operaciones de contrainsurgencia. Estas son motivo de preocupación para las organizaciones de derechos humanos por diversas razones:
1. Las operaciones de contrainsurgencia que originan la hambruna suelen incluir violaciones sistemáticas y generalizadas de los derechos humanos básicos, incluyendo asesinatos y saqueos masivos.
2. Las operaciones de contrainsurgencia suponen graves restricciones a las actividades económicas, incluyendo la capacidad de utilizar los recursos productivos (esto es, cultivar alimentos), y las libertades de movimiento, comercio, etc.
3. En las operaciones de contrainsurgencia la creación de una hambruna de forma deliberada es a menudo la meta del gobierno.
Conclusión
La hambruna es una cuestión en la que se unen los derechos materiales y los derechos humanos liberales. Es un hecho importante que a menudo ha sido olvidado, y la ética del humanitarismo apolítico que informa la mayor parte de la discusión sobre las hambrunas contribuye a que se pase por alto esta cuestión. El enfoque humanitario apolítico proporcionar ayuda alimentaria para todos sin preocuparse por las consecuencias políticas de ello también se ha mostrado manifiestamente inadecuado para resolver el problema de la hambruna. Esto ocurre porque la ayuda alimentaria proporciona, en el mejor de los casos, 'el último 10%' que permite sobrevivir a la población azotada por la hambruna, y suministrar esta ayuda sin plantearse preguntas, puede ayudar a que los gobiernos inflijan el daño que es la primera causa de la hambruna.
El análisis de este artículo supone un enfoque completamente distinto frente a las hambrunas, particularmente aquellas que se asocian con operaciones de contrainsurgencia. Si a un gobierno se le requiere que deje de perpetrar los abusos que están originando la hambruna o están convirtiendo una hambruna suave en una grave y de esta forma elevando las tasas de mortalidad diez o más veces, ello tendrá mucho más impacto que proporcionar socorros alimentarios. Las recomendaciones específicas pueden incluir que se de libertad de movimientos a las personas, que se permita que la gente recolecte alimentos silvestres o que busque trabajo, permitiendo que los alimentos 'comerciales' se desplacen libremente a través de las líneas de combate, que cesen las incursiones contra poblaciones civiles, y que se detengan las requisas forzadas de cultivos.
Además, si se respeta el derecho a la información, a la asociación y a la representación política, es probable que la hambruna sea detenida en sus inicios.
Tales medidas serían la verdadera medicina frente a la hambruna, más que el actual enfoque de poner un mero esparadrapo que oculta la heridas, sólo para permitir que éstas se infecten.
Notas
1. Watts, M. (1983), Silent Violence. Food, Famine and Peasantry in Northern Nigeria, University of California Press
2. Los fundamentos teóricos de este argumento es presentan en un documento del mismo autor de este artículo: 'A re-assessment of entitlement theory in the light of the recent famines in Africa', Development And Change, vol. 21, 1990, pp. 469-490
3. Este apartado se basa en los capítulos 4 a 7 de A. de Waal, Famine that Kills: Darfur, sudan, 1984-1985, Oxford: Oxford University Press
4. Este apartado se basa en el capítulo 4 de Denying 'The Honour of Living', Sudan: A Human Rights Disaster, Africa Watch, marzo de 1990
5. Starving in Silence: A Report On Famine And Censorship, Article 19, abril de 1990
6. Ver J. Dréze y A. Sen, Hunger an Public Action, Oxford: Oford University Press, 1990
El autor
A Alex de Waal se le concedió el doctorado en la Universidad de Oxford por su tesis, publicada en 1989 por Oxford University Press con el título Famine that Kills: Darfur, Sudan, 1984-1985. Ha trabajado para Oxfam como consultor en el Tigray, y actualmente es el Co-director de African Rights.
Este artículo fué publicado por primera vez en Development in Practice, Volumen 1, número 2 (1991).