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Un programa educativo para campesinas en Honduras

Rocío Tábora

Ahora siento que tengo la fuerza interior, la convicción de que soy capaz, y de que lo que pienso se tomará en serio. Ahora, cuando pienso, lo hago con la confianza de que soy una persona por derecho propio.

(Una campesina hondureña)

Introducción

Durante los últimos diez años, la situación social y económica en Honduras ha empeorado en todos los sentidos. Muchos de los modelos políticos tan fielmente adoptados en el pasado se han convertido en algo obsoleto en el contexto actual. Al mismo tiempo, las verdades y certezas neoliberales actualmente en boga se ven desmentidas a diario por su propio fracaso a la hora de resolver los problemas sociales básicos, y por el aumento de la miseria, la delincuencia y el sufrimiento, que nos hace sentir tan confusos y tan impotentes.

Con estos antecedentes, y dado el autoritarismo de nuestra herencia cultural, necesitamos desarrollar urgentemente una cultura de democracia, en la que se respeten las diferencias y se aliente la solidaridad. Como escribe Ibáñez, el pedagogo peruano:

Estamos hablando de una nueva forma de vida; de nuevas relaciones sociales, nuevas formas de trabajar, de pensar, de sentir, de celebrar, ... el cambio social nos obliga a cambiar nuestra vida cotidiana ... no podemos separar un plano de otro. (1)

Los diversos centros y ONG de América Central que trabajan con los sectores populares, junto con la gente corriente, se ven obligadas a replantearse sus propias aspiraciones. Nos vemos obligados a redefinir nuestras funciones como instituciones de apoyo, y a volver a estudiar cómo comprometernos con las comunidades de base. Tenemos que aprender a valorar y hacer uso de la experiencia relevante respecto a la enseñanza y el aprendizaje de lo que la gente ya ha desarrollado, sea por sí mismas, sea con ayuda o sin ella. Un ejemplo especialmente alentador de este trabajo educativo y de organización ha sido emprendido a través de un programa de educación para mujeres (PAEM) en el noroeste de Honduras.

¿Qué es el PAEM?

El PAEM es un programa desarrollado entre las mujeres cristianas de las parroquias rurales de los departamentos de Santa Bárbara, Colón, Comayagua, Intibucá y Lempira. Sus objetivos generales son:

La contribución metodológica del PAEM

En COMUNICA (la ONG Centro de Comunicación y Capacitación para el Desarrollo) nos proponemos desarrollar una metodología completa para fortalecer el trabajo de comunicación dentro de las organizaciones sociales con las que trabajamos. Nos hemos sentido enriquecidas por nuestro contacto de trabajo con el PAEM en todos los sentidos, tanto personal como profesionalmente. Durante los últimos tres años, COMUNICA ha podido inspirarse en la fuerza de las mujeres del PAEM, y aprender algo sobre cómo las formas académicas y prácticas de entender el mundo pueden complementarse mutuamente. Mediante el PAEM hemos podido ser testigos de primera mano de algunos de los debates teóricos que están conformando nuevas ideas sobre la educación popular en América Latina, y concretamente sobre la importancia crucial del individuo/a o de la persona; considerando su subjetividad y sus sentimientos como parte de la cultura, y lo que ello significa.

En el caso de las campesinas del PAEM, en numerosas ocasiones hemos presenciado cómo sus sentimientos inciden en todo el trabajo educativo. De hecho, los mismos materiales didácticos giran alrededor de tres cuestiones fundamentales: ¿Cómo vivimos? ¿Cómo pensamos? ¿Cómo sentimos?

Mujer, comunicación y cultura

Mediante el PAEM hemos podido observar cómo las formas tradicionales de expresión danza, poesía, costumbres, cuentos, pueden entrelazarse por sí mismas en una verdadera forma de comunicación popular. Es mucho más importante comenzar observando cómo las personas se comunican realmente, que formular elaboradas suposiciones desde el exterior acerca de cómo deben comunicarse.

La comunicación y la vida cotidiana forman parte, en realidad, de un continuo. Sin embargo, frecuentemente distorsionamos esta cuestión cuando nos aproximamos a ella desde el exterior y nos empeñamos en hacer las cosas a nuestra manera. Por ejemplo, tenemos una noción bastante diferente del espacio y del tiempo, y de lo que constituye el comportamiento correcto. Tenemos horarios estrictos: no permitimos largos silencios, no damos tiempo a cambiar el pañal de un bebé, o intentamos hacer tres cosas a la vez. Aprovechamos nuestra capacidad de expresar nuestras ideas, y tendemos a rechazar la inmediatez de la vida, o el simple hecho de estar juntos: tendemos a dividir la capacitación y el recreo.

Al mismo tiempo, la represión cultural de las mujeres, nuestra marginación en la sociedad y a lo largo de la historia, ha tenido (y sigue teniendo) muchas consecuencias. Entre ellas se encuentra el hecho de que a las mujeres se les ha inhibido y de esta forma impedido desarrollar la habilidad de comunicarse tan eficazmente como hubieran deseado. Las mujeres tienen dificultades para expresarse por sí mismas; de experimentar y de comunicarse, sea en palabras, sentimientos o mediante la expresión física. A las mujeres se les ha negado el derecho de ser creativas y, de ese modo, se ha limitado el papel que podían haber desempeñado planteando sus propias alternativas en el proceso de cambio social.

Para revertir este proceso de marginación, nosotras como mujeres debemos buscar profundamente dentro de nosotras mismas con el fin de desenmarañar los hilos que nos atan y nos mantienen en situación de subordinación. Debemos reconocer la subjetividad y los sentimientos que se entrecruzan en las decisiones y las creencias que priman en nuestras mentes a un nivel racional. En otras palabras, es fundamental que lleguemos a conocernos a nosotras mismas como mujeres.

Para las campesinas, que ya afrontan tanta inseguridad e incertidumbre, que son económicamente dependientes de los hombres y que cuentan con relativamente pocas oportunidades de empleo, este proceso de autoafirmación es muchísimo más duro. Ya hace seis años que el PAEM trabaja partiendo de la premisa de que la autoestima, para las mujeres, ha de ser la inspiración o el punto de partida de una verdadera labor educativa.

Estas mujeres han reclamado paulatinamente el derecho a reírse, a hablar, a divertirse, a compartir, a tener autoestima y dignidad y, en breve, a vivir.

El énfasis en los valores humanos y democráticos distingue al PAEM como un espacio en el que las mujeres pueden perder el miedo a cometer un error o a estar equivocadas. Aquí pueden aprender a desempeñar su papel en sus comunidades con más seguridad en sí mismas, y a participar en, y dirigir sus propia organización social; y pueden identificar los obstáculos y barreras que han de experimentar por ser lo que son.

El punto de partida para la acción del PAEM es el menosprecio de sí mismas y la automarginación que las mujeres han de superar para expresarse, exponer ideas y participar de una forma auténtica en la búsqueda de un futuro distinto. En las sociedades latinoamericanas, tan profundamente patriarcales, autoritarias y no participativas, se nos niegan continuamente nuestros sentimientos:

Vivimos en una cultura en la que se devalúan las emociones en proporción directa a como se sobrevalora la razón, en nuestro deseo de diferenciarnos de otros animales, como seres racionales. (2)

Retos y perspectivas

Incluso en el campo de la educación popular, las más de las veces se considera que las emociones interfieren en el entendimiento o limitan nuestros procesos de pensamiento racional. A los sentimientos, por lo general, se les ha identificado como pertenecientes al ámbito de lo femenino. Como plantea Burin,

Las mujeres, a través de la experiencia de la maternidad, desarrollan la capacidad de cuidar de los demás, utilizando nuestras habilidades de comunicación como medio para resolver desavenencias. Estas son en realidad cualidades que necesitan todos los seres humanos; sin embargo, dentro de nuestra cultura, no son consideradas como algo que debe aprenderse a pulso, sino como algo 'naturalmente' femenino. Como estas cualidades no se valoran socialmente, no están plenamente incluidas en nuestra interpretación de lo que constituye la madurez emocional y la salud mental. (3)

Tanto en el contenido como en la metodología del quehacer del PAEM, las emociones no expresadas son vistas como la clave para que las mujeres sean capaces de revalorizarse a sí mismas. Haríamos bien en adoptar este enfoque en otros trabajos educativos, dado que nuestros sentimientos están en la base de nuestros valores, nuestras formas de solidaridad con los demás y nuestro sentido de la dignidad humana. Necesitamos vernos a nosotros mismos como seres que piensan y que sienten. Reconocer nuestras emociones en el trabajo educativo que realizamos es la vía para que éste sea más humano y, paradójicamente, más objetivo. Dado el machismo dominante, negociar un espacio adecuado para lo que llamamos feminidad es en realidad una forma de democratizar nuestras relaciones sociales cotidianas.

En la actualidad, las ONG que trabajan en el ámbito educativo están teniendo que ser mucho más claras sobre sus presunciones teóricas y sobre las necesidades específicas de los niños, de las mujeres y de los hombres con los que pretenden trabajar. A la vista de la crisis que afecta al 'movimiento' de la educación popular, necesitamos ahora más que nunca analizar, ordenar e interpretar nuestra experiencia práctica. La paciencia es fundamental para realizar esta tarea. Lo que tenemos que recordar por encima de todo es que las personas ya cuentan con su propia experiencia, conocimientos y entendimiento, adquiridos en su vida cotidiana o en su implicación en las organizaciones sociales. Tenemos que mirar con ojos nuevos a las personas a las que pretendemos ayudar, y debemos buscar la manera de fortalecer la experiencia que ya tienen para desarrollar, validar y fortalecer nuestras metodologías.

En nuestro trabajo conjunto de COMUNICA con el PAEM, hemos podido ver cómo se construye la democracia a nivel micro. Descubrir su propia voz es lo que permite una verdadera participación de la mujer. Los ecos han de ser oídos en el ámbito cotidiano: los maridos y los compañeros han de aprender a ver a sus mujeres como seres humanos pensantes, con sus propios derechos, y así formar parte de algunas de las tareas domésticas; los clérigos y seglares deben permitirse ser interrumpidos por mujeres; mujeres que lucharán y defenderán su espacio, su autonomía y su identidad. Todos estos son signos alentadores en un mundo de pobreza y desesperación.

Estas minúsculas manifestaciones de cambio son los cimientos para alternativas de base en las que tanto hombres como mujeres participen plenamente. Y, en el proceso global de democratización de América Central, las personas que siempre se han visto relegadas a una posición inferior deben ahora empezar a exigir el poder que les ha sido negado históricamente. Las mujeres, especialmente las mujeres campesinas, necesitan empezar insistiendo en su propio 'espacio' en todas los ámbitos: en la familia, en la comunidad, en la cooperativa, en el sindicato u organización social, etc. Sólo si las mujeres, junto con los demás grupos desfavorecidos, comienzan a hacer esto podremos ser realmente capaces de construir una alternativa viable a las estructuras sociales autoritarias que durante mucho tiempo han logrado deshumanizarnos.

Tradición oral y cuestiones de género

En nuestro propio trabajo con mujeres, en COMUNICA hemos utilizado profusamente el video partiendo de la tradición oral como medio de plantear cuestiones relacionadas con el género. Estas son mis áreas particulares de especializacion, aunque también es algo bien sabido que la nuestra es una tradición preeminentemente oral. En las áreas rurales y en los barrios más pobres de las ciudades, tan pronto como se pone el sol, las calles, los patios y las aceras son lugares de encuentro: lugares en los que se ríe y se comparten ansiedades, anécdotas y chistes. Nuestra tradición oral es rica en historias mágicas, en fantasías y en leyendas. Pero no debemos ignorar el hecho de que estas creaciones son también un medio por el que se transmiten ideas, creencias y estereotipos. Como tales, tienden a reflejar las actitudes que existen hacia los más desfavorecidos por nuestra sociedad: las minorías étnicas, los discapacitados, las mujeres.

En general, los programas de educación popular han sido incapaces de inspirarse en la riqueza de nuestras tradiciones narrativas, en su fuerza evocadora e inspiradora. Exactamente de la misma manera, la educación formal no ha contemplado la literatura como una fuente de conocimiento. De nuevo, la vida y la educación están dicotomizadas. La imaginación, la fantasía y el sentimiento se consideran algo insustancial y como una pérdida de tiempo. Ello reduce la posibilidad de que las personas desarrollen a través de la educación su potencial creativo, su valoración y su disfrute del lenguaje y de las imágenes.

El empleo de las formas tradicionales de contar cuentos nos ayuda a desenmarañar, a examinar y a reordenar los hilos que enlazan nuestra conciencia y que condicionan nuestra manera de ver, de sentir y de responder al mundo. Ello nos puede ayudar a considerar nuestros prejuicios y a analizar los mitos y las creencias que pueden dividirnos o unirnos; podemos reconocer nuestra propia riqueza y con ello fortalecer nuestras identidades.

Si observamos el contenido de muchas narraciones dentro de la propia tradición campesina de contar cuentos, podemos identificar fácilmente esos elementos que estereotipan a las mujeres y que refuerzan su menosprecio de sí mismas. Esas imágenes se convierten en la realidad cotidiana de las mujeres que están oprimidas y subordinadas. A pesar de todo, podemos desarrollar conocimientos prácticos reflexionando sobre estas historias conjuntamente con las campesinas. Por ejemplo, algunos de los ejercicios que hemos empleado en nuestro trabajo con el PAEM se han basado en el siguientes método:

En COMUNICA empleamos cada vez más este método basado en la tradición oral en nuestro propia reflexión sobre el trabajo de educación popular y de comunicación. Por mi parte, mi propia experiencia subjetiva trabajando con las campesinas hondureñas me ha permitido recrear mi propia visión de la utopía, y me ha ayudado a comprometerme aún más plenamente con un país que (en palabras del escritor peruano Arguedas y del cantautor cubano Silvio Rodriguez) 'nos mantiene en ciernes entre el terror y la esperanza ... entre el temor y la ternura'.

Notas

La autora

Rocío Tábora es psicóloga y actualmente la directora de COMUNICA (Centro de Comunicación y Capacitación para el Desarrollo), Honduras. Es autora de las obras Fotografía y educación de adultos: Algunas reflexiones sobre la comunicación visual, COMUNICA-CEAAL, 1991; y Democratizando la vida: La propuesta metodológica de las mujeres del PAEM, COMUNICA-PAEM, 1992.

Este artículo apareció por primera vez en inglés en Development in Practice, Volumen 3, Número 1 en 1993


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