Entre 1991 y 2002, el movimiento internacional contra las maquiladoras experimentó un crecimiento significativo al desarrollarse varias redes internacionales, con la participación de los sindicatos y las ONG, para hacer campañas con el fin de persuadir a ciertas corporaciones transnacionales (TNC) de que aseguren que los derechos laborales serán respetados en la producción de sus artículos.